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CRISTINA Fernández de Kirchner ha entonado la canción del Tata Cedrón: Eche 20 centavos en la ranura; podrá ver la vida color de rosa. Pero se le ha fue la mano: ha echado por la ranura 22.700 millones de euros. Casi 4 billones de pesetas, que eran las jubilaciones privadas de 10 millones de argentinos. Cristina debe de estar viendo el arco iris completo en estos momentos. Lo malo para los españoles es que esta presidenta con poca cabeza ha nacionalizado los fondos de pensiones de su país pero, como quien no quiere la cosa, ha hundido las bolsas de Buenos Aires y Madrid. Algún periódico la llama populista, pero Kirchner no tiene ideología. Ella es peronista o justicialista. Todo y nada.
Es la jefa, con su señor esposo, de un movimiento de masas surgido en Argentina en la resaca de la gran depresión y la segunda guerra mundial. Peronistas eran los sindicatos afectos al general Perón, a los que gustaba gritar "alpargatas sí, libros no", en los años 40. Peronistas eran los Montoneros, guerrilleros de extrema izquierda que practicaron la lucha armada unas décadas después. Peronista era López Rega, patrón de la camarilla que rodeó a la tercera esposa del general, y fundador de la Alianza Anticomunista Argentina, grupo armado de extrema derecha. El peronismo ha sido un movimiento tan ancho como escaso de doctrina precisa. Pero siempre tuvo mucha habilidad para la puesta en escena y mucha facilidad para demagogia barata. Y mucho color: del rojo vivo al pardo más oscuro.
La jefa justicialista ha tomado por asalto los fondos de pensiones de su país, para financiar las arcas de su Estado, que deben estar secas. Y ha provocado un pánico en unos mercados que ya no estaban para muchos trotes. He oído varias veces la explicación de la buena mujer y no he entendido gran cosa. Si acaso que su estilo y sus maneras me resultan cercanos. Qué buena alcaldesa habría sido en la Marbella del posgilismo. Qué trío de éxito habría hecho con Marisol Yagüe e Isabel García Marcos, tan aficionadas todas a retocarse con silicona párpados, labios y no sé qué más. Pero no quedan ahí las extrañas coincidencias. Cristina Kirchner y Hugo Chávez no han acabado de aclarar el caso de un maletín que entró de contrabando en Argentina hace un año con 800.000 dólares en billetes, portado por directivos de Petróleos de Venezuela, que iban acompañados por un alto funcionario del Gobierno de Ernesto Kirchner, en plena campaña electoral. Dinero sin justificar. Eso me suena.
La irresponsabilidad, como la guajira o la colombiana, puede ser un cante de ida y vuelta. ¿Se imaginan a Marisol o a Isabelita echando monedas por las ranuras desde la Presidencia de la República Argentina? No llamarían la atención. Estarían a la altura.
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